Todos y ninguno pueden ser los motivos que desencadenen mi tortura. Una mirada, un gesto, una palabra, transforman el rostro, por el que hace años mi corazón temblaba de pasión, en una mueca de ira y desprecio que ahora hiela mi sangre. Empujones, insultos y golpes dan paso al silencio, al arrepentimiento, a las peticiones de perdón y las promesas de cambio jamás cumplidas. Asumo mi presente, jamás pensé en revelarme contra él. Pero hoy todo cambió, al percibir como el cuerpo de mi pequeña desprendía un olor que durante los últimos años no he logrado borrar de mi piel, al ver como mi verdugo se aburría de mí y la buscaba como nueva víctima. Su terror alzó mi mano y cerró mi puño, dispuesta a defender a mi propia sangre. Por primera vez, mi cuerpo y mi espíritu se defendieron y se negaron a aceptar la realidad que les tocaba vivir.
¡¡¡Qué duro!!!
ResponderEliminarCoincido con Tracy, qué duro! pero no por ello exento de realidad, una cruel realidad.
ResponderEliminarHay manos, que francamente están adiestradas para la crueldad, no deberían existir, pero allí están creyéndose fuertes siendo cobardes.
Por suerte, el stop, la necesidad de poner alto a los ataques, el impulso a la defensa, alzan las manos que sí, ellas sí, necesitan toda la fuerza y decisión necesaria. Ojalá cuerpos y espíritus se impongan y nieguen, a aceptar realidades como estas. No debe seguir pasando.
Besos! Gaby*
Muy duro, pero un relato excelente y sobrcogedor. Las manos, desgraciadamente, también sirven para trasmitir el mal y la violencia.
ResponderEliminarUn abrazo
La mano, el puño instrumento de justicia, arrebato y rebeldía de manos caídas y vida destrozada que pasa a la acción.
ResponderEliminarContundente relato que escribe la historia de tantas manos vacías y castigadas. Besito.
Me sumo al comentario de Natalia: muy contundente relato.
ResponderEliminarUn abrazo
La gota que colmó el vaso, contra mí....pero contra la sangre de mi sangre....eso no. Su mano convertida en puño justiciero.
ResponderEliminarTriste realidad.
Un beso.
Un relato cuyo terror aumenta de palabra en palabra, de línea en línea. Lástima que no podamos considerarlo como ficción...
ResponderEliminarUn abrazo.
Alicia,
ResponderEliminarTus manos de este jueves me han estremecido. La violencia contra el coraje, el valor contra la ira. Un gran texto, muy bien logrado.
Gracias por compartir.
Tremendo y duro relato, una realidad que se repite demasiadas veces. Pero esta vez por suerte tendrá un final diferente.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Alicia, tu blog me lo recomendó "desván de la memoria" y me ha costado el llegar hasta aquí porque mi tiempo es breve y muy intenso, igual de intensa que la lectura que acabo de degustar y que me ha dado idea de tu buen hacer y tu buena prosa.
ResponderEliminarMe quedo por aquí si me lo permites y ven cuando tú quieras hasta mis palabras, porque serás bien recibida. Un abrazo.
Hola Laura. Encantada de que entres mi casa, la puerta esta siempre abierta. Pasa cuando te apetezca y quédate todo lo que quieras. Un besote
EliminarEstremecedor relato que describe una situación cada vez más real y cotidiana, nada ficticia. Además lo haces incrementando linea a linea las sensaciones primero de indefensión ante el maltrato para culminar con rabia y rebeldía cuando la ira incontenible y el castigo físico busca descargarse en otra víctima, sangre de su sangre. Me ha gustado mucho tu relato, aunque desprecio profundamente las manos que agreden.
ResponderEliminarContundente y redondo este texto Alicia, la mano cerrada formando el puño. No más aguntar lo inaguantable. Detesto los malos tratos vengan de donde vengan.
ResponderEliminarUn abrazo.