Una voz femenina, impersonal y sin vida, anunció la salida
del tren. El suave traqueteo del vagón aceleró el ritmo de mis latidos. Por
última vez giré mi cuerpo hacia la entrada de la estación, deseaba que él
apareciese, necesitaba sus manos abrazando mi cuerpo y sus labios susurrando
que no me alejase de su lado. Soy débil, incapaz de luchar por mi futuro, pero
si él estuviese a mi lado reuniría las fuerzas necesarias para no regresar a un
hogar sin vida, en el que el amor y la pasión desaparecieron hace años. Con los
ojos llenos de lágrimas me despedí de aquella ciudad, de aquellos días en los
que mi piel recuperó la memoria de la pasión, y me despedí de él, del presente
vivido y del futuro soñado a su lado.
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