- Nena,date prisa, es tarde y tenemos muchas cosas que hacer- apuré a mi hija.
Sus inquietudes, como siempre, distaban de mis necesidades, encontrar la flor con el tallo más largo en aquel pequeño jardín, resultaba mucho más interesante, que caminar apurada tras mis pasos.
- Buenos días, necesito los libros del último curso de infantil- solicité a la dependienta.
Tras consultar sus existencias, la muchacha comentó:
- Lo siento, están agotados.
Con voz lastimera, mi hija afirmó,- ¡ tardamos tanto, que los libros se cansaron de esperar!
Los niños, esos pequeños tan grandes! Tienen siempre una buena respuesta para todo, ésta, me pareció magnífica!
ResponderEliminarBesos!
Gaby*
La verdad, es que me hizo mucha gracias su comentario, me pareció muy ocurrente. Gracias por tus palabras.
ResponderEliminarLos escritores tenemos mucho que aprender de los niños; son capaces de dar vida a todos los objetos, de sorpendernos continuamente.
ResponderEliminarUn abrazo,
Ramón
Tienes razón, los niños tienen a veces, explicaciones para los sucesos cotidianos, que bien trabajados, darían para muchas novelas jejeje.
ResponderEliminarSin duda, los niños son bastante más originales que nosotros, adultos con tantos espolones. Encantadora anécdota
ResponderEliminarLo mejor de todo es que lo que para nosotros es mera anécdota de niños, para ellos es la pura y cruel realidad...
ResponderEliminarUn abrazo